Han sido
muchos los estudios realizados en torno a la reacción de las personas frente a
las dificultades financieras cuando se tiene fe y cuando no se tiene. La fe
estimula el cerebro y aleja preocupaciones y momentos de estrés, para que reine
la tranquilidad, y así poder pensar y actuar conscientemente. Según un estudio
de la Universidad Duke de Estados Unidos, los religiosos son menos propensos a
los problemas personales que generan las finanzas.
Tardé mucho
tiempo en comprender que uno de los propósitos de Dios es prosperarnos; y quizá
esa sea una de las razones por las cuales Jesús habló más sobre dinero que
sobre cualquier otra cosa a lo largo de su ministerio en la tierra. 16 de las
38 parábolas de Jesús se refieren al dinero, y en toda la Biblia encontramos
2.350 pasajes que hablan sobre el dinero y las posesiones.
Cuando digo
que “uno de los propósitos de Dios es prosperarnos” me refiero a dos cosas: la
primera, a la fe y la segunda a la prosperidad financiera. Más que avaricia o
amor al dinero, Dios provee riquezas a aquellos que hacen sus obras y siguen
sus mandamientos, como el rey David, el rey Salomón, Job y muchos personajes
bíblicos.
En nuestro
tiempo tener fe influye en nuestro progreso financiero en los siguientes
aspectos:
Reduce el estrés: Los líos financieros son unos de los
mayores factores de estrés en las personas. Ya sea porque hay poco dinero o
porque hay mucho, el dinero tiende a convertirse en un dolor de cabeza para la
mayoría de las personas. La fe ayuda a reducir el estrés y a tomar las cosas
con calma, no solo lo relacionado con el dinero si no con otros aspectos de la
vida.
Genera tolerancia y paciencia frente a
la dificultad financiera: Creer que hay un Dios que no nos desampara, nos ayuda a ser tolerantes
con las crisis financieras que a veces tenemos. Es difícil cuando el dinero no
alcanza, pero la fe nos permite tener la esperanza de que la tormenta cesará
pronto. En síntesis, la fe nos permite
conservar la calma mientras la dificultad económica hace presencia en nuestra
vida.
Disminuyen las preocupaciones
financieras: Las
preocupaciones nublan la mente y nos impiden pensar y actuar con claridad. La
fe nos da tranquilidad y confianza para afrontarlas y saber que todo está en
manos de Dios y que no hay nada de qué preocuparse.
Nos permite compartir nuestras
riquezas: Si no fuera
por fe, ninguna persona daba diezmo, ofrendas o donaciones. Por lo tanto, tener
una fe definida nos permite entender que las riquezas son dadas por Dios, y que
es mandato compartirla con los demás en la medida que puedas.
Si sumas a
ello una buena educación financiera, la fe hará maravillas en su hogar: las
preocupaciones por el dinero desaparecerán, la confianza aumentará, la
tranquilidad reinara y podrás administrar correctamente tus ingresos y empezar
a aumentar tu riqueza, al fin de cuentas, es un deseo de Dios que tú seas rico.
Por Daniel Gómez.