Hacemos más
cosas que requieren gastos, y menos las que incentivan el ahorro. Un ejemplo
claro de ello, es que vemos que salir a los comercios a comprar es una
actividad. Ir de compras significa que estás dispuesto (a) a comprar cualquier
cosa; tu compra no estará motivada por una necesidad verdadera. Optamos por
hacer actividades que nos incentiven a gastar dinero, como ir al cine, ir al
restaurante del comercial, ir a la playa de moda o sencillamente “ir de compras”;
y esto es gracias a la publicidad rimbombante que nos atiborra de anuncios en
carretera, periódicos, revistas, anuncios de radio, propagandas en TV, anuncios
en emails y teléfonos móviles, y aunque pareciera que es no nos afecta, en
realidad llegan a nuestro subconsciente y empiezan a manifestarse como hábitos,
los cuales yo llamo hábitos de gasto.
Pero, ¿Dónde
quedan los hábitos del ahorro y de la buena salud financiera? Ninguna empresa
lanza un nuevo producto diciéndole a los consumidores: “cómprelo si cree que lo
necesita”, porque ello crearía consciencia en el cliente, y muchos
sencillamente no lo comprarían. Por otro lado, la empresa que se atreve a
colocar la palabra ahorro en un comercial, lo hace estableciendo que si compra
el producto obtendrás un ahorro en comparación con otros similares al mercado,
es decir, “gasta dinero para que ahorres”.
Es una regla
de oro: para ahorrar debes dejar de gastar. Por ello, si realizas estas
actividades podrás minimizar los hábitos de gasto y ahorrar dinero.
Cuida las cosas: Mi padre suele decir: “Hoy en día las
cosas no duran. Todo lo hacen desechable”. Aunque comparto esa idea con mi
padre, también soy consciente que podemos extender el uso de las cosas cuidándolas
bien. Cuidar las cosas reduce el deterioro y podemos extender el tiempo trascurrido
entre la compra y el reemplazo de determinado artículo.
Aprovecha su vida útil, y después tíralo: A veces tenemos cosas en casa porque están
en buen estado, pero no son de primera necesidad. Úsalo hasta que se acabe, y
si no es prioridad no compres otro nuevo. Si sientes que tienes cosas que no
necesitas, véndelas y sácales algo de dinero, o si lo que quieres es liberar
espacio en casa, entonces dónalos.
Haz las cosas por ti mismo: Pagamos por cortar el césped, por
limpiar la casa, por pintar, por reparar algo o por planchar la ropa.
Personalmente detesto planchar, pero no se justifica con mi bolsillo que
teniendo plancha en casa, tenga que contratar a alguien o pagar en una lavandería
para dicha tarea. Hay muchas cosas en el hogar que podemos hacer sin la
necesidad de contratar a un profesional.
Aprende a reparar las cosas: Ahora hay tanta facilidad para
comprar, que si se te rompe la mesa de noche, entras al internet, compras una nueva
y en tres días la traen a tu casa; y todo eso ocurre sin darte cuenta que
gastaste mucho dinero. Aprender a reparar las cosas te permite utilizar tu
tiempo libre para aprender algo, te permite utilizar tu creatividad y tu
ingenio, y te ayuda a ahorrar. Puedes apoyarte en videos de internet y foros
donde se discutan temas referentes a lo que quieras reparar. He reparado muchas
cosas en casa, gracias a video tutoriales subidos a internet.
Comprar cosas usadas: En internet se pueden encontrar
verdaderas ofertas de productos usados, que no necesariamente están finalizando
su vida útil. Comprar artículos de segunda mano, nos puede ahorrar mucho
dinero. Claro está, debes revisar muy bien lo que vas a comprar para que “no te
metan gato por liebre”.
Reciclar y reusar: Existen muchos materiales en casa con
los que podemos hacer innovadores objetos que nos ahorraran la “molestia” de
gastar dinero en cosas nuevas. Utiliza la creatividad y recicla todo lo puedas.
Te sugiero no llenarte de cosas y pedazos de cosas viejas esperando a que la
creatividad nazca.
Haz paseos y salidas económicas: Una alternativa para no gastar tanto
dinero en una salida familiar es un picnic. Busca un parque natural de libre
acceso, prepara comida en casa y disfruten de una comida hecha en casa y
saboreada en familia al aire libre. Realicen caminatas o practiquen deporte en
los escenarios deportivos de acceso público, en vez de pagar caras membresías en
los gimnasios.
Por Daniel
Gómez.
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